Dios de nuestra vida, cuya presencia nos sostiene en toda circunstancia,

al escuchar el sonido de tiros nuevamente en un campus universitario,

buscamos el poder de tu amor y tu compasión que nos mantiene en pie.

Abrimos nuestros corazones con enojo, dolor, y esperanza:

por aquellas personas que han muerto: hermanos y hermanas, vecinos y vecinas, amigos y amigas;

tus hijos e hijas que se empeñaban por aprender y por crecer en unidad

cuyas vidas han sido terminadas en medio de su proceso lleno  de esperanza de aprendizaje y de crecimiento.

Te pedimos por aquellas personas que sobrevivieron y cuyas vidas han cambiado para siempre,

para que puedan encontrar alivio, apoyo y fortaleza en los días difíciles que vendrán.

 

Te damos gracias por las personas que proveyeron primeros auxilios:

que corrieron hacia el sonido de armas de fuego, en vez de huir,

que lo dejaron todo por salvar a las personas heridas y para consolar a quienes sobrevivieron.

Te pedimos por los doctores y doctoras, enfermeros y enfermeras, y por las personas que trabajan con asuntos de salud mental

que reparan lo que ha sido quebrantado

que tratan de dar sanidad y esperanza, al enfrentar las potestades y los principados de violencia.

Te pedimos que des valentía y sustento a quienes sufren y están traumatizados.

 

Dios santo, esto ocurre nuevamente… ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Hasta cuándo?

Clamamos… ¿cuándo será suficiente?

Te pedimos que perdones nuestra tolerancia ante las culturas de violencia y que nos impulses, a través de tu Espíritu Santo, a renovar nuestro compromiso para trabajar hasta lograr que termine la violencia armada en nuestro país.

Al suceder un evento que debería ser imposible de contemplar,

pero que se ha convertido en algo demasiado común dentro de nuestra experiencia,

abre nuestros ojos, quebranta nuestros corazones,

y toma nuestras manos y muévelas por el poder de tu Espíritu,

para que nuestro enojo y nuestro dolor se puedan unir para crear un reino de paz,

en donde el león y el cordero puedan vivir unidos,

y el terror ya no se apodere de nuestra vida en común.

Te lo pedimos en el nombre de Cristo, nuestro Sanador, y nuestra luz. Amén. 

 
 

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